Todos conocemos libros que asocian el liderazgo a una serie de virtudes personales: empatía, humildad, autenticidad… En ellos se da por supuesto que el liderazgo es una característica de las personas (no de las acciones), y que depende de una serie de rasgos excepcionales.
Puede sonar bien, pero no es así. Esperar que el liderazgo esté siempre asociado a la virtud no solo es poco realista, sino que puede incluso resultar contraproducente.
Maquiavelo nos ofrece una perspectiva lúcida al respecto. Lejos de ser el cínico despiadado que su nombre evoca, fue un pragmático que entendió algo fundamental: cuando lideras, tienes el encargo de mantener y hacer prosperar a tu organización… y nada es más perjudicial para ello que la ingenuidad.
⚠️ El problema del “liderazgo virtuoso”
¿Por qué decimos que el ideal virtuoso es poco realista? Porque las organizaciones están formadas por seres humanos que, sin duda, son capaces de lo mejor, pero que también se mueven por ambiciones, intereses y debilidades. Si como líder confías en que todo se hará siempre de buena fe y con las mejores intenciones, acabas pagando el precio de tu ingenuidad.
¿Por qué sería, además, contraproducente? Porque un líder que actuara siempre desde la virtud causaría múltiples problemas. Un CEO excesivamente generoso puede agotar los recursos. Un gerente que evita el conflicto puede perder el respeto del equipo. La clemencia constante sugiere que no hay consecuencias por el mal desempeño…
🎭 Virtudes privadas, defectos públicos
Por loables que sean en la vida privada, cada una de esas virtudes puede instalar una dinámica perjudicial en los equipos. Por eso, para Maquiavelo, la “virtud” fundamental del líder no es la “bondad”, sino la prudencia: la capacidad de leer cada situación y actuar en consecuencia. Esto significa saber cuándo ser empático y cuándo firme, cuándo generoso y cuándo estricto. Un líder prudente entiende que su objetivo no es ser querido, sino asegurar la prosperidad de la organización.
Pero esto no significa abrazar el autoritarismo o abandonar la ética. El mensaje de Maquiavelo es más sutil: “reconoce la naturaleza humana tal como es, no como te gustaría que fuera, y actúa en consecuencia para asegurar el bien de tu empresa”.
Alguien completamente deshonesto, antiético y despiadado no es mal líder porque sea mala persona, sino porque está minando el futuro de la organización (el ambiente, las relaciones, la reputación…).
🧭 Realismo sin cinismo
Algunos líderes son más maquiavélicos que el propio Maquiavelo: siguen su propio interés y generan problemas muy costosos. Eso es egoísmo despiadado, no realismo. Pero a menudo este egoísmo se tolera por defecto, al hacer como si no existiera. Mientras tanto, el discurso empresarial se obsesiona con la corrección política y las virtudes personales.
El resultado de esta paradoja es perverso: no confrontamos comportamientos que vulneran el interés de la empresa, y además paralizamos las decisiones de liderazgo para no parecer “incorrectos”. Las encuestas de Great Place to Work se vuelven más importantes que los resultados. Los líderes deben caer bien y se vuelve más difícil tomar las decisiones requeridas.
Maquiavelo nos recuerda que el liderazgo no es un concurso de popularidad. Entre el egoísmo personal y la corrección política, liderar significa actuar por el bien de la organización.
📜 Tres lecciones prácticas de Maquiavelo
- Es mejor ser respetado que amado (pero nunca odiado): Un líder puede ser efectivo sin ser carismático. Lo crucial es mantener credibilidad y autoridad, evitar la debilidad percibida y el abuso de poder.
- Rodéate de personas competentes y leales: Tu equipo debe ser capaz y fiel. Asciende a quienes demuestren talento, pero asegúrate de que cuidan tus intereses y no sólo los suyos.
- Es peor la irresolución que el error: La "parálisis por análisis" es fatal. Es mejor una decisión subóptima que dar muchas vueltas y no decidir nada.
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> En el próximo Insights veremos que, a pesar de todo, la virtud también es importante.
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