Hablar de “poder” en las empresas nos trae a la mente conceptos como jerarquía y control; la figura de un jefe autoritario dando órdenes. Esas imágenes son “classic Michel Foucault” (el filósofo francés del siglo XX que inspiró nuestro artículo anterior), que interpreta el poder como una red de vigilancia y disciplina que viene del entorno.
Aquí es donde entra en escena Byung-Chul Han, un pensador coreano-alemán que es en esencia como Taylor Swift de la filosofía contemporánea que aún está vivo. Han plantea que ya no vivimos en una sociedad disciplinaria, sino en una sociedad del rendimiento donde el poder se internaliza.
El plot twist: somos nosotros mismos quienes nos explotamos en nombre de la libertad y la voluntad. Pasamos de sociedades disciplinarias que controlaban con prohibición y castigo a sociedades basadas en logros, en las que nosotros mismos nos controlamos con la ilusión de que podemos elegir ser quienes queramos (libertad total).
📖 Tres propuestas de Byung-Chul Han sobre el poder
Byung-Chul Han construye sobre la mirada foucaultiana del poder reconociendo nuevas dinámicas producto del capitalismo neoliberal y las redes sociales. Acá traducimos 3 de sus postulados desde la filosofía al mundo corporativo:
1. La autoexplotación es la nueva disciplina. Si antes el poder moldeaba a los sujetos a través de instituciones (colegios, fábricas, cárceles), hoy las personas interiorizan la presión productiva y se autoimponen exigencias extremas bajo la aparente libertad de autorrealización: “sé tú mismo”, “sé la mejor versión de ti”. Ya no necesitamos que nos supervisen, pues nosotros mismos nos autovigilamos para ser productivos, saludables y felices. Han sostiene que las personas en la sociedad del rendimiento son a la vez explotadas y explotadoras; se convierten en los verdugos de sí mismas.
2. Condenados a ser emprendedores. La figura dominante ya no es el trabajador disciplinado, sino el emprendedor. Cada persona es un emprendedor de sí que debe gestionarse, potenciarse y desarrollarse. La presión por mejorar constantemente y eliminar toda ineficiencia nos condena a ser un “proyecto incompleto”, lo que genera la sensación de que nunca alcanzamos un punto de equilibrio: siempre se puede entregar más valor, ser más productivos, más exitosos o alcanzar un rol más alto. Todos somos emprendedores, no porque lo elegimos, sino porque la economía lo demanda.
3. El exceso de positividad sustenta el poder. Para el autor, la positividad implica que todo es considerado “posible de lograrse mediante la acción propia”, eliminando inconscientemente la función de la negatividad, la pausa, el error y el límite. Esto nos transforma en sujetos responsables absolutos de nuestros éxitos y fracasos, expuestos a una presión constante de ser más, hacer más y mostrar más. La positividad sustenta el poder porque reemplaza la lógica restrictiva y negativa de las sociedades disciplinarias descritas por Foucault (basada en el "no deber" y la prohibición) por una dinámica donde el individuo internaliza un "poder hacer" ilimitado y positivo.
“El sujeto forzado a rendir se mata a autorrealizarse. Autorrealización y autodestrucción coinciden aquí” — Byung-Chul Han
🕋 La metáfora de la “sociedad del cansancio”
Así como Foucault propone la idea del panóptico para explicar la vigilancia, Han utiliza la imagen de la sociedad del cansancio para ilustrar una cultura donde el descanso y la contemplación son vistos como “desperdicios”, mientras que la productividad y la visibilidad constante se posicionan como los valores centrales. Las implicancias:
- Autoexplotación invisible: Nos exigimos más horas, más proyectos, más certificaciones, sin que nadie nos lo ordene explícitamente.
- Burnout existencial: La sensación de nunca llegar a la meta genera fatiga crónica y vacío existencial. Nunca es suficiente.
- Positividad agotadora: En lugar de enfrentar límites y prohibiciones, vivimos bajo un exceso de motivación, proyectos, oportunidades y libertad aparente que no libera, sino que produce agotamiento.
Han plantea que somos zombis del rendimiento: “somos zombis de la salud y del fitness, zombis del rendimiento y del bótox. Hoy estamos demasiado muertos para vivir y demasiado vitales para morir”.

💡 ¿Cuál es nuestra conclusión?
Los planteamientos de Byung-Chul Han nos ayudan a tomar conciencia de que todas las personas participamos de un juego del poder muy sutil y reciente: en nuestras organizaciones, no es que obedezcamos ciegamente a una autoridad, sino que sin darnos cuenta nos convertimos en nuestro propio jefe, nuestro propio empleado y nuestro propio crítico al ser parte de la “sociedad del logro” (Achievement society).
Nos hemos constituido como un proyecto continuo de optimización; en consecuencia, nos convertimos en nuestra propia herramienta de explotación, buscando hacernos más valiosos, más eficientes y productivos, lo que Han llama la psicopolítica (una extensión de la biopolítica de Foucault). Si Foucault nos alertó sobre la vigilancia externa, Han nos recuerda que la amenaza actual es el agotamiento interno y su propuesta no es volver a la disciplina extrema, sino recuperar los espacios para la contemplación, para lo comunitario y lo festivo, espacios de hacer, pero no relacionados con mejorarnos o producir, espacios de pura alegría.
Creemos que la invitación a los líderes es a reconocer que, si bien la ambición y la autodisciplina son factores clave del éxito personal, si no logramos equilibrar la productividad con esas otras dimensiones, se hace difícil alcanzar niveles más profundos de comprensión del liderazgo. En consecuencia, llevaremos esa superficialidad a potencialmente todos los roles y experiencias que tengamos.
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